 30
Rallye de Gran Canaria - (1992)
La
trampa de la "Josefa"
Hace
más de tres décadas ocurrió
esta circunstancia insólita

Iván
Hernández

Por
allá por el mes de octubre del año
92, concretamente el día 24 tenía
lugar la 30 edición del Rallye de Gran Canaria,
una prueba que no pasaría a la historia por
ser una de esas jornadas de rallyes en el que el
organizador puede respirar tranquilo, y es que,
en ese año se dieron unos hechos bastante
a resaltar después de haber transcurridos
nada más y nada menos que, más de
tres décadas de la mencionada carrera.

Por
un lado y quizás la peor de las vicisitudes
fue la pérdida de un joven piloto de 25 años
llamado Pedro Juan González, que disputaba
su segunda prueba con un Ford Fiesta. Tras un fuerte
accidente fallecía terminando ese día
tan trágicamente con su gran pasión,
los rallyes.
El
siguiente acontecimiento y que le da título
a esta crónica es lo que a continuación
narro. Circunstancia muy curiosa que tras tantos
años siguiendo al pie del cañón
el deporte del motor, por lo menos nunca he tenido
ninguna referencia de algo parecido en Canarias.
Concretamente
esto sucedía en la isla de Gran Canaria,
en la famosísima curva de la "Josefa"
en el tramo de Moya, lugar donde desde siempre se
reúnen muchísimos aficionados en dicho
tramo para compartir ese día de carreras,
el lugar recoge unas condiciones ideales por la
extensión de las inmediaciones, quizás
a priori, un plan ideal, pero claro, la meteorología
que es muy caprichosa y que no sabe de horarios
se plantó en la zona con unas nubes sospechosas,
y se dio la casualidad de que comenzó a llover
momentos antes de que pasaran los coches.


Tiempo
más tarde, después de la lluvia vino
la calma, y la peculiaridad de la zona con una tierra
polvorienta de color rojiza mezclada con el agua
de la lluvia, se formaba una cantidad de barro que
se pegaba en la suela de los zapatos de la multitud
de gente que se encontraba allí, provocando
un malestar a la hora de caminar que solucionaron
limpiándose en el asfalto. Muy "mala
idea" teniendo en cuenta la masificación
de aficionados que se encontraba en la "Josefa"
limpiándose casi al mismo ritmo y al compás
de una mancha militar, pues imagínese en
como quedó lo negro o sea el asfalto, más
típico de un rally de Inglaterra que de uno
de nuestro archipiélago Canario.
Resumiendo,
las consecuencias la pagaron los pilotos, encontrándose
a su paso una pista muy deslizante que parecía
que hubiera placas de hielo, teniendo su desenlace
en una cantidad de accidentes que se produjeron
casi todos en pocos metros, sufriendo percances
casi una docena de vehículos.
Como
pueden ver en las fotos que ilustran este artículo,
parecía que los árboles que se encontraban
en los límites de la carretera poseían
un poder magnético que atrapaba los vehículos.
Y es que yo no daba crédito a lo que estaba
viendo, convirtiéndose en una gran trampa
para los participantes. Aunque muchos a pesar del
susto, reanudaban nuevamente su carrera pero otros
acabaron su rallye allí.
En
lo deportivo el equipo de Ralliart Islas Canarias,
Ricardo Avero y Nazer Ghuneim con el Mitsubishi
Galant VR4 Gr. A, marcaban una simetría inicial
casi inalcanzable haciéndose con la victoria
del rallyes. En la segunda plaza se clasificaban
los de la flecha amarilla de la época, el
BMW M3 de José María Ponce y José
Carlos Déniz, y cerrando el podio, Iñaki
Urriza y Salvador del Castillo (Nissan Pulsal GTi
-R) que además ganaban también el
grupo N.
EN
MEMORIA DE PEDRO JUAN GONZÁLEZ

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Mis inicios con quince añitos,
las primeras fotografías que realizaba
en las carreras. Aquel casi final de año
del 92 sería el comienzo de este
bonito hobby que me perdura hasta los días
actuales ininterrumpidamente. La cámara,
una Olympus Pen del 72 y despojada de mi
padre sería la herramienta de aprendizaje
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